El mono chismoso

Tendemos a menospreciar el chisme como propio de mentes cortas a la vez que alabamos a quienes hablan de ideas. Pero quizás sean los chismes quienes nos más han facilitado nuestra supervivencia.

Decía Joseph Conrad que el chisme es lo que nadie dice que le gusta pero que todos disfrutan. El chisme y su deleite es algo común a todas las culturas. Incluso la literatura es chisme (la frase es de Truman Capote) en la medida que cuenta acontecimientos y sentimientos de otros. Cuando una conducta está extendida a todas las poblaciones, traspasando barreras físicas y culturales, es probable que sea algo más que un divertimento ¿Puede tener el chisme utilidad social?

El arma letal

Ya somos más de 7.000 millones los que habitamos- y chismorreamos- en el planeta. Nuestro rotundo éxito con respecto a otros homínidos tiene que deberse a alguna arma evolutiva que tenemos solo nosotros. Esa arma es probable que NO sea sólo biológica, como puede ser la configuración especial de nuestras manos para manipular objetos o tener un cerebro que nos permite procesar mucha información.

Hay dos razones para pensar que nuestro éxito no se debió a  “armas” biológicas. Por un lado, estuvimos a punto de extinguirnos hace 80.000 años, cuando ya teníamos el “hardware” biológico completo. Además, conseguimos exterminar a nuestros hermanos neandertales, que tenían igual capacidad craneal e incluso más ventajas biológicas que nosotros para propagarse fuera de los confines del trópico (cuerpos más robustos y adaptados al frío) ¿Por qué les ganamos la partida a los neardentales?

El hombre en solitario es uno de los seres con menos oportunidades para sobrevivir. No tenemos garras ni dientes para matar presas o defendernos de depredadores. Y, aunque las tuviésemos, somos demasiado lentos en comparación con venados, tigres, lobos y osos. Tampoco tenemos una vista u olfato que nos pueda adelantar si vamos a ser presa o depredador. Nuestra ventaja reside en el grupo. Sin embargo, los neandertales también vivían en grupos, con lo que debe haber algo más ¿Cuál fue el arma definitiva que diferenció a los homo sapiens?

El chisme. Por increíble que parezca, hasta que no adquirimos la capacidad de contar las debilidades de otros, no tuvimos muchas oportunidades para sobrevivir. Los chismes ubicaban la posición social de cada individuo (lo que hoy se conoce como reputación y que hace ganar mucho dinero a los abogados). Los chismes podían incluso hacer que fuese expulsado del grupo. Y, si eras expulsado, sabías que allí fuera había un oso o tigre esperándote ¿Cómo se convierte el chisme en un mecanismo de supervivencia?

El gen egoista

En la naturaleza no existe el altruismo; un animal arriesga su vida por otro solo si tienen en común parte de sus genes. Tal y como postuló Richard Dawkins en su libro El Gen Egoísta  somos máquinas tripuladas por unos pequeños dictadores (los genes) que lo único que persiguen es su supervivencia. Por eso una madre podría arriesgarse para salvar a su cría de un depredador. Comparte con ella el 50% de sus genes. Pero, si a quien tienes que salvar es un primo segundo, son muy pocos los genes tuyos que se salvarán tras tu sacrificio.

Si tuviésemos que diseñar el comportamiento de un grupo para sobrevivir, la disponibilidad del sacrificio individual en aras del beneficio colectivo sería un factor crítico. En un clan familiar reducido puede ser fácil, pero ¿Cómo conseguir un comportamiento “altruista” en un grupo numeroso?

Los ñus no cuentan chismes

Resulta llamativo que un grupo de 3 o 4 leonas puedan provocar la estampida de un rebaño de cientos de ñues. Son animales con cuernos que podrían provocar serias heridas a un león. Bastaría que unos pocos de entre los más corpulentos arriesgasen su vida para salvar a la manada (y de paso hacer que los leones cambiaran su dieta) ¿Y por qué no lo hacen?

Porque los individuos que se enfrenten al león tendrían poco que ganar y mucho que perder. Si los ñues contaran chismes, los que se enfrentasen a un león ganarían una buena reputación y podrían acceder a todas las hembras del grupo. Por el contrario, los que mostrasen cobardía se verían marginados…o desterrados.

El triunfo del grupo

La selección natural actúa a nivel de individuos, haciendo que los más aptos puedan tener descendencia, pero también a nivel de grupos. El primer grupo humano que aprendió a contar chismes, adquirió una gran ventaja frente a depredadores y presas. Y también con respecto a otros grupos de homínidos. A cuenta del chisme cualquier individuo podía arriesgar su vida por otro, pues luego se vería recompensado teniendo más facilidad para transmitir sus genes.

Los neandertales vivían en grupos pequeños. Se defendían unos a otros porque compartían muchos genes. Pero esa consanguineidad también disminuiría su variabilidad genética y los haría más propensos a enfermedades y malformaciones.

El “altruismo” de los sapiens  permitió hacer grupos de hasta 150 individuos, lo que impulsó al chisme como factor de cohesión y supervivencia del grupo.  Lo que consideramos nuestro mejor logro, el lenguaje, quizás surgió y evolucionó para poder contar más y mejores chismes.

El paparazzi cavernícola

En la medida en que necesitábamos al grupo para sobrevivir, empezamos a vigilar que los demás no hiciesen algo que perjudicase a la manada. Así, junto al chismoso, nació el voyeur. El chisme era algo muy valorado, pero solo si era fiable, si se decía con conocimiento de causa. De lo contrario su emisor era considerado un chismoso, que es una de las peores reputaciones que se puedan tener en el grupo.

Los psicólogos están descubriendo que muchos de nuestros comportamientos y estados de ánimo no son aprendidos, sino que existe un componente genético detrás de ellos.

¿Acaso nuestra afición a los chismes sea una sutil vuelta de tuerca de la evolución, una instrucción forjada en el material genético que explica porqué  conseguimos ser los monos que ganaron en el juego de la supervivencia?

Quizás si, quizás no, pero admitámoslo, nos interesa más saber lo que pasó bajo las sábanas del lecho de la princesa Corina que las implicaciones de la teoría de las cuerdas en espacios n-dimensionales.

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