Por qué el monitor mata

El problema

Durante casi todo el mes Diciembre un dolor constante se acomodó en mi cabeza.  No solo me acompañaba durante el día, sino que actuaba como despertador a las dos o las tres de la madrugada.

Probé todas las combinaciones posibles de analgésicos y antihistamínicos;  ibuprofeno, paracetamol, acido acetil salicílico, codeína, dexketoprofeno, buclizina, …

Buscando una solución

No soy de los que corren al médico al primer dolor; a no ser que el asunto empiece a ponerse feo, procuro no pisar un consultorio. Y la cosa empezó a pintar mal cuando mi presión arterial subía cada vez más. Así que me planté un día en el ambulatorio en busca de una solución.

Un electrocardiograma y varias preguntas después, el galeno llegó a la conclusión de que mis dolores y tensión arterial eran causados por el estrés. Por otro lado, el atiborramiento de antihistamínicos, que al contraer los vasos sanguíneos alivian los dolores de cabeza, también estaba aumentando la presión sanguínea (algo así como si disminuyésemos el diámetro de una manguera  haciendo pasar el mismo caudal por ella). La receta : más caminatas y menos prisas. Pero algo no encajaba en el diagnóstico.

Por fin un alivio

Había pasado por etapas de más agitación (cualquiera que tenga una empresa puede dar fe que es lo más parecido a deslizarse por una montaña rusa sobre patines). Ni en las etapas más frenéticas tuve tantos dolores de cabeza ¿Por qué entonces los tenía ahora?

Como alternativa al médico, mi esposa me convenció para ir a un fisioterapeuta. Al igual que con los ambulatorios, también le tengo fobia a los masajes. Pero a esas alturas estaba dispuesto a que me clavasen agujas en la nuca o que cualquier chaman oriental  se prestase a liberar la supuesta energía de mis chacras cervicales. Contra lo que esperaba, la visita al fisioterapeuta fue lo mejor que me ocurrió.

Un rosario en el cuello de un ateo

El tipo sabía lo que hacía; nada más acostarme hundió sus pulgares en mi cogote, justo donde más dolía. Mientras aplicaba presión y deslizaba sus dedos por mis hombros y cuello, me explicó que el excesivo trabajo de cualquier músculo genera “nudos” que pueden ser muy dolorosos.  Una hora después, salí de la consulta aliviado ¿Qué había ocurrido para que las fibras musculares de mi cuello se parecieran a las cuentas de un rosario?

Una cuestión de enfoque

Había una diferencia entre mis hábitos de Noviembre y Diciembre y los de meses anteriores; le dedicaba más tiempo al ordenador. Y, después de cada uno de esos empachos informáticos, notaba que los dolores aumentaban.  La relación entre los nudos musculares de mi cuello y el tiempo de pantalla parecía evidente. Y la explicación es sencilla.

Para poder enfocar en la pantalla necesitamos que tanto los músculos de los ojos como los del cuello se mantengan con la misma tensión. En el caso del cuello, la cabeza no debe moverse y, si además tienes la pantalla por debajo de la vista, su centro de gravedad no descansa sobre la columna, sino que está desplazado hacia delante.

Una sandia por cabeza

En otras palabras, los músculos del cuello, aparte de mantener la posición de la cabeza, también deben aguantar parte de su peso, entre 5,5 y 6 kilos, según lo cabezón que sea cada uno. Un experimento puede darte una idea del esfuerzo: intenta mantener un melón de un kilo en la mano, exactamente en la misma posición durante media hora ¿Notas el dolor? Pues ahora imagina durante diez horas. El exceso de monitor me estaba matando ¿Significaba esto que debía dedicarme a la siembra de lechugas?

Sin ti no soy nada

Me dedico a dirigir una empresa, a mantener varias tiendas de comercio electrónico, leer toneladas de correos y, de vez en cuando, hablarle a mis invisibles clientes desde mis blogs. Por tanto necesito mucho tiempo de ordenador y la alternativa –las lechugas- desconozco si podrían ser un buen negocio. Tengo que seguir con mis diez horas diarias de ración de pantalla. Sin ella no soy nada. Sin embargo, no todo estaba perdido; alivié el problema con dos medidas muy sencillas. Casi las podríamos calificar de tontas.

Cuestión de estirar

En primer lugar puse dos paquetes de folios debajo de la pantalla, para colocarla a la altura de mis ojos (queda un poco cutre, pero ya encontraré algo mejor). Así, el peso de mi cabeza descansa sobre la columna y mi cuello no tiene que tirar de ella. Lo segundo, instalé una aplicación que hace sonar una campanita cada hora. Cuando eso ocurre, me levanto y giro la cabeza hacía un lado y otro para estirar los músculos cervicales (es conveniente no confundir con el ejercicio ilustrado en “El Exorcista”). Y el método funcionó: mis dolores de cabeza son ahora esporádicos.

La advertencia

De haber seguido atiborrándome de pastillas, mi hígado acabaría convertido en chatarra (“ mea culpa”, soy de mucho auto diagnóstico y auto receta, lo que significa que también de auto destrucción). Además, el mal humor que me provocaba el dolor hacía pasar a Mourinho como un tipo encantador.

A veces lo más sencillo puede ser la solución a aquello que creemos complicado y lo aparentemente más inofensivo puede causarnos mucho daño. Cuídate de tu monitor y pégale una advertencia como la de los cigarrillos: “El monitor mata”.

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