Ocurrió hace unos 15 años en casa de mi abuelo. Le acababa de dar una nalgada a mi hijo.
El viejo levantó la mirada como el que apunta con fusil y me espetó, “No recuerda el gallo que una vez fue pollo”.
Según cuentan mis tíos el abuelo siempre tuvo la mano ligera. Pero los años le habían enseñado algo. Y me lo dijo en forma de reprimenda.
Un legado sencillo
Bien sea por la muerte de un colaborador o porque hace poco cumplí los cincuenta, me siento impulsado a escribirte un legado.
No un ladrillo tipo “Guerra y paz”, sino algo sencillo y breve.
Lo que me gustaría haber sabido con veinte años.
Lo resumo en estos 5 consejos.
Tú mismo como vara de medir.
Intenta ser hoy un poco mejor de lo que eras ayer.
No hagas de tu vida una medida de las demás. Siempre habrá alguien con más dinero, más listo o más atractivo.
El ganador de una carrera de ratas termina siendo una rata.
La desconfianza te hace infeliz.
Es preferible dejarnos engañar diez veces que perder una sola vez la fe en los demás (la frase es de Benjamin Franklin y doy por supuesto que tu vicio es la desconfianza, no sea que te pases de tonto).
Nadie es perfecto
Ni siquiera tú. Piénsalo antes de responder a lo que consideras una agresión.
En caso de duda, cállate. Y recuerda el consejo anterior.
Las metas
Las metas siempre acaban en decepción.
Aprende a disfrutar del camino mientras las persigues.
En eso consiste la vida. En saber apreciar el paisaje.
Y ahora la más importante.
Los consejos no sirven para nada
No le des consejos a tus hijos.
En el mejor de los casos te ignoraran. En el peor, te llevaran la contraria.
Nadie aprende de llaga ajena. A veces ni siquiera uno mismo recuerda sus cicatrices.
Postdata
Por lo que te digo ya intuyes que no le debes hacerle caso a tu padre. Pero tampoco a tus abuelos.
Si crees que debes darle una nalgada a tu hijo, hazlo. Yo mismo me arrepiento de no haberte dado alguna más.