Los habitantes de la antigua Atenas se reunían en asamblea (Catekkelesia) una vez al año para elegir a un notable al que desterrar. Se congregaban al pie de la colina donde se situaba el gremio de los alfareros (Ceramico). Cada ciudadano cogía del suelo algún resto de ánfora (Ostraka por su parecido con una concha marina) y escribía el nombre de su candidato.
Si alguno obtenía la mayoría, tenía diez días para abandonar la ciudad durante diez años (de ahí lo de condenar al ostracismo). Pero los griegos sabían darle más usos a esas curiosas papeletas de votación.
Después de la Catekkelesia los ostraka se utilizaban como papel higiénico. Su forma cóncava los convertía en eficaces instrumentos de limpieza. Lo que no se sabe es si con ello pretendían infligir un ulterior escarnio al candidato.
La hoguera de las termitas
En 1982 confié en Felipe González. Fue la primera vez que voté. Y lo hice con la convicción de que era el candidato adecuado –después tuve tiempo de arrepentirme. En los siguientes comicios voté por descarte. Pero ahora es más complicado.
Si voto por un partido tradicional tendré la sensación de meter las manos en una escupidera después de una noche destemplada. Por contra, si me inclino por un partido virgen de poder, estaré fiándome de quien tiene todo por defraudar. Pero algunas de las nuevas formaciones buscan quemar el edificio sin comprobar si la carcoma lo ha infectado todo. Los votos los carga el diablo.
Las ostrakas bolivarianas
Por muy mal que estemos siempre se puede ir a peor. Lo saben bien los venezolanos. Por asco hacia adecos y copeyanos terminaron eligiendo al mesías equivocado “Una palabra tuya bastará para sanarme”.
Ahora a los venezolanos no les queda más remedio que limpiarse con toda suerte de ostrakas- no hay papel higiénico en las estanterías. El país vive está al borde de una guerra civil. El salitre del castrismo corroe los pocos pilares democráticos que quedan. Con todo, lo peor es la vergüenza. El oprobio de estar representados por un yihadista bolivariano que -según el mismo confiesa- duerme abrazado a la lápida de Bolivar una vez en semana.
La redención de la ostraka
Votaré el 25 de Mayo con responsabilidad. Estamos mal, pero todavía las instituciones funcionan. Es posible que vote a siglas nuevas. Pero en todo caso será alguna que busque alicatar más que demoler. Y, si al final por descarte voto a un partido tradicional, tendré que compensar.
Redimiré con el cuerpo el pecado de la conciencia. Me procuraré una ostraka con las siglas de la papeleta depositada en la urna. Tendré que ser cuidadoso. Los griegos tenían más curtida su sensibilidad democrática. Espero que la penitencia no termine afectando a la mía.