La OMS advierte
El 31 de Mayo de 2011 la Organización Mundial de La Salud (OMS) anunció que la radiación de los móviles podría originar cáncer. Sin embargo, hasta el momento no se conoce ningún caso demostrable en el que haya ocurrido. ¿Tiene la OMS alguna pista para desenmascarar al presunto asesino que nos susurra la muerte al oido?
Las radiaciones del móvil
Para el físico Bernard Leikind carece de fundamento insinuar que las radiaciones del móvil provocan tumores cerebrales. Argumenta que no emiten suficiente energía para crear iones o romper los enlaces de ADN y provocar mutaciones que pueden generar cáncer. Leikind indica que las radiaciones electromagnéticas de los móviles, al igual que las de microondas, televisores, lavadoras, enchufes y cables empotrados son demasiado débiles para causar mutaciones.
Las radiaciones que se han demostrado cancerígenas son las de los rayos X, gammna y ultravioleta. Todas tienen energías superiores a los 480 kJ/m (kiloJulios por mol). Sin embargo, la radiación de los móviles tiene menos de 0,001 kJ/mol, esto es, 480.000 veces inferior a la de los rayos ultravioleta de la luz solar.
Sin embargo, el argumento de Leikind se asienta sobre la premisa de que es necesaria una mutación para iniciar un tumor. Desde hace décadas sabemos que algunos tumores se pueden originar por cambios en la expresión de algunos genes- conocidos como oncogenes. Eso se conoce desde al menos 25 años, cuando yo todavía cursaba la carrera de biología. Por tanto, existen mecanismos más sutiles que las radiaciones energéticas para generar la enfermedad.
No del todo inocuas
Aunque los móviles no emitan radiaciones de mucha energía, no son del todo inocuos. El 23 de Febrero, el Journal of the American Medical Association publicó un estudio en el que midieron los efectos del móvil en 47 voluntarios. A cada uno se le sujetó a una oreja un móvil Samsung activado (supongo que daría igual con otra marca). En la otra oreja, a cada participante le pusieron otro móvil, también conectado pero sin recibir ni emitir señales. Después de hacerles un PET (un escáner), se encontró que en la región del cerebro más próxima a la antena del móvil activo, el metabolismo de la glucosa era un 7% superior.
Este experimento demuestra que las radiaciones electromagnéticas, al menos en una distancia corta, son capaces de alterar el metabolismo. Y, si provoca estos cambios en la sinfonía de reacciones bioquímicas que ocurren en la célula, es posible que pueda influir en la expresión de los genes,incluidos los oncogenes. Aún con todo, los móviles tienen una coartada.
¿Una conspiración?
El uso del móvil es cada vez mayor. Hace diez años lo utilizábamos para estar localizados fuera de casa o de la oficina, y teníamos al teléfono fijo como el principal medio de comunicación. Ahora ocurre lo contrario. Amas de casa, profesionales, empresarios e incluso estudiantes pegan sus orejas al móvil durante buena parte del día. Ya no es que sustituya al fijo-que tiene sus días contados-, sino que nos comunicamos cada vez más. Si damos crédito a que los móviles originan tumores, hoy estaríamos más expuestos a una radiación cancerígena. Dado el elevado número de usuarios, debería ser fácil encontrar alguna estadística que relacione el móvil con el cáncer. El siguiente estudio desmiente este temor.
En 2009, el Journal of the Nacional Cancer Institute publicó un estudio que concluía que la tasa de tumores cerebrales en los países del norte de Europa había permanecido constante durante los últimos cinco años. Sin embargo, durante ese mismo periodo aumentó espectacularmente el uso del móvil. La conclusión es que la enfermedad no progresa a pesar de incrementarse la exposición a las radiaciones ¿Por qué entonces la OMS se tiró a la piscina del alarmismo con la peligrosidad de los móviles?
El principio de cautela
En realidad la OMS aplicó el principio de cautela; cuando algo puede afectar a muchas personas, la carga de la prueba debe emplearse en demostrar que es inocuo y no en que origina un daño. Aunque no existan evidencias fundadas, la industria debe demostrar que no provoca tumores. En otras palabras, es el sospechoso el que debe demostrar su inocencia. Pero esta forma de actuar deja terreno libre a cualquier acusación que alimente la paranoia colectiva.
Este es el mismo principio de cautela que aplicó media Europa para condenar el pepino español a mediados de 2011 como causante de una contaminación alimentaria. Bastó con que alguien sospechase en voz alta para que se tomase como prueba. Aunque el pepino alcanzó su absolución, demostrar la completa inocencia del móvil puede ser más complicado.
Ni “Si” ni “No”
En ciencia, raras veces se puede afirmar algo con rotundidad. Lo más que podemos indicar es que POR AHORA no hay pruebas que vinculen al móvil con los tumores cerebrales. Mañana, o pasado, alguien puede encontrar algún indicio que pueda sentarlo en el banquillo. De momento deberíamos preocuparnos por otros tipos de consecuencias.
Nada por aquí, pero ¿nada por allá?
La posibilidad de que el móvil nos obsequie con un cáncer nos puede desviar la atención de otro tipo de efectos. No tan graves pero también perjudiciales. Si es cierto que el móvil desencadena cambios en el metabolismo (al menos en el de la glucosa), es probable que altere la bioquímica en las zonas del cerebro próximas al oído. Y, si esto es así, es posible que también tengamos algún tipo de desequilibrio psicológico. Después de todo, nuestros pensamientos y sentimientos (incluido el amor) dependen de neurotransmisores y reacciones químicas.
Por lo pronto el único desequilibrio visible que provoca el móvil se debe a su ausencia, mas que a su presencia: cuando lo olvidamos en casa nos sentimos desnudos.